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“EL PRINCIPIO DE LO HUMANO”
¿Qué es lo humano?, ésta es sin duda la principal pregunta que hay que responder si queremos encontrar las raíces de nuestro origen, y la causa de nuestra singularidad como especie. Cómo encontrarla si no sabemos exactamente en qué consiste. Lo primero sería saber que estamos buscando, de lo contrario podríamos pasar mil veces sobre las pistas sin reconocerlas.
La búsqueda de las primeras manifestaciones culturales, que correspondan a ciertos estándares de “humanidad” no nos van a aclarar el porqué de su surgimiento, y probablemente tampoco nos ayuden a saber cuándo el ser humano comenzó a manifestar estas capacidades, a lo más nos señalaran los periodos en que tuvieron éxito en representarlas por medio de objetos que los investigadores han podido encontrar. Qué pasa entonces con los artefactos hallados por los paleoantropólogos, ¿de qué son prueba realmente?, ¿se trata solamente de hitos?, ¿qué pasó antes, durante y después? Lo más probable es que cualquiera que haya sido la causa del desarrollo de lo humano, sus raíces se encuentren muy atrás en el tiempo, mucho antes de que se manifestaran de modo reconocible a través de hitos. Podríamos decir, por ejemplo, ¿cuando exactamente comenzó la aviación?, ¿sería con Leonardo Da Vinci?, alrededor del año 1490 y sus primeros modelos de máquinas voladoras, o tal vez con Euclides y su tratado sobre geometría escrito en el siglo III antes de nuestra era. La verdad es que situamos éste acontecimiento con la construcción y prueba exitosa de la primera máquina que efectivamente alzó el vuelo cumpliendo ciertos requisitos, este logro se les atribuye a los hermanos Wright y fue alcanzado en el año 1903. Pero éste evento es acerca de un vuelo especifico, particular y no el único, entonces la pregunta persiste ¿cuándo comenzó la aviación?, ¿podríamos afirmar que hay un antes y un después?. Tal vez para los registros históricos sea importante documentar el hito, pero, y para la historia de la evolución humana, ¿el hito es importante?. En verdad, para las personas que fueron sus contemporáneas, este hecho en nada cambió sus vidas realmente. El que alguien en un lugar remoto haya inventado el avión deber haber pasado desapercibido durante mucho tiempo para la mayor parte de la humanidad. Es cierto que los periodos de tiempo que estamos comparando son muy distintos, sin embargo son perfectamente válidos, para evaluar el efecto de los acontecimientos que representan los hitos culturales y de desarrollo tecnológico, sobre el total de la población, puesto que mientras en una pequeña parte del mundo se desarrollaba tecnología compleja, en otras zonas remotas los habitantes vivían del mismo modo que hace 5.000 o 10.000 años, incluso más, tal como los Bosquimanos en África, o los nativos de Australia o los de Nueva Guinea por mencionar algunos, todos pertenecientes a la misma especie, Homo sapiens sapiens. Cuando buscamos a nuestros antepasados nos orientamos a reconocer en ellos las características que nos parece que se asemejan más a las nuestras. Es evidente que tanto la posición erguida como un gran cerebro más la capacidad del lenguaje y una dieta omnívora, son antecedentes de nuestra existencia actual, por lo tanto buscar a nuestros antepasados entre quienes cumplan con estos requisitos resulta razonable. Sin embargo hay un elemento más importante, que sólo podemos rastrear de manera indirecta, se trata de nuestra “capacidad intelectual”, éste es el punto débil de la búsqueda, puesto que no sabemos exactamente en qué consiste ésta capacidad, sin embargo para resolver el problema hemos definido (en forma un tanto arbitraria, pero práctica) lo que consideraremos evidencia de su existencia. En un principio las pruebas consistieron en artefactos hechos de piedra que sirvieran como herramientas, luego perseguimos la perfección en cuanto a su diseño y el cumplimiento de una función especifica, más tarde buscamos algo que no dejara lugar a dudas, algo que sólo pudiese haber sido hecho por antepasados muy similares a nosotros, buscamos pruebas de la existencia del “pensamiento abstracto”. Pero, ¿qué es el pensamiento abstracto?, para comenzar es aquello que sólo nosotros tenemos… y que se verifica con acciones como dibujar símbolos en las cavernas, hacer tallas figurativas, y enterrar a los muertos en medio de ritos funerarios. Tales pruebas han sido halladas, pero hay un problema, no hay forma de relacionar la aparición del pensamiento abstracto con lo anterior, es decir con una industria lítica por muy avanzada que sea. De alguna manera hay un salto, un vacío, entre nuestro más cercano antepasado no humano y el primer humano moderno. La diferencia está en que al primero no le atribuimos la capacidad del pensamiento abstracto y al segundo sí. Tenemos que dejar en claro dos cosas, primero, somos nosotros, los seres humanos actuales, los que estamos haciendo el reparto de capacidades, y segundo, no estamos tan seguro de que significa pensamiento abstracto. Estamos repartiendo algo que no entendemos realmente qué es ni de dónde viene. Entonces, ¿cómo estar seguro de que, quienes no manifiestan ésta capacidad es porque no las tienen?. En principio no lo sabemos, pero hemos especulado que si otras especies distintas a nosotros pueden confeccionar algún tipo de herramientas, y ellas no dan muestras de “pensamiento abstracto”, entonces al parecer, hacer sólo herramientas no sería gran cosa y no podríamos esperar nada menos de quienes consideramos nuestros antepasados más lejanos. Entonces, para tratar de forzar una línea continua y unir hitos aparentemente inconexos hemos propuesto teorías, que aunque razonables porque pueden haber jugado algún papel, parecen exageradas al ser expuestas como reveladoras de las condiciones críticas para haber inclinado exponencialmente la curva de la evolución. La proposición de un aumento repentino en el consumo de carne y el desarrollo del lenguaje, corresponden a éste tipo de argumentos. Pero qué ocurriría, si por el contrario, el pensamiento abstracto se alcanzara en forma gradual y construir herramientas requiriera en “casi” todos los casos, de algún nivel de pensamiento abstracto. Esto podría facilitar la comprensión del problema, puesto que supondría la existencia y evolución de un mecanismo específico, responsable de la aparición de ésta capacidad en diferentes especies y distintos grados. Luego, la confección de herramientas, por muy primitivas que fuesen, por parte de los antepasados de los seres humanos, habría constituido la primera manifestación (verificable) de lo que más tarde evolucionaría hasta llegar a interpretarse como pensamiento abstracto. La presencia de este mismo mecanismo podría ser la que explicara por qué otras especies, muy distintas a los homínidos, dan muestras de tener “cierta” capacidad de pensamiento, el cual denominamos eufemísticamente como “inteligencia animal”. Tal vez lo que está tras el uso de herramientas sea mucho más importante que las herramientas mismas y la capacidad física para utilizarlas, puesto que ambas cosas son el resultado de un proceso que no podemos ver, un proceso mental. Lo que me parece que ocurre, es que aceptar que esto pudiese ser así, crearía múltiples problemas, y de algún modo nos veríamos obligados a definir “pensamiento abstracto”, no ya desde un punto filosófico sino biológico. Parece más cómodo dejar que las cosas sigan siendo y tratar de buscar una respuesta que no nos comprometa demasiado. En este contexto a algunos les puede resultar bastante apropiado encontrar el desarrollo de algún fenómeno inesperado, que de repente permita la aparición de la inteligencia, sin que sea necesario tener que dar ni buscar demasiadas explicaciones del aporte evolutivo de nuestra lejana parentela, al desarrollo de los humanos actuales. A ellos les hemos hecho únicamente responsables de la marcha erguida, de aumentar el tamaño del cerebro y de usar las manos, supuestos pasos previos pero no determinantes en la evolución de nuestras actuales capacidades. Este asunto es sospechosamente parecido a justificarnos con un apropiado y oportuno toque divino, que de la nada hace surgir nuestra “cualidad única”. La prueba del pensamiento abstracto no es más que un argumento antropocéntrico, un juicio de valor, no es una verdadera prueba. Si acaso una consecuencia ambigua de algo anterior. Volvamos al ejemplo del principio, sabemos que la aviación finalmente se desarrolló y también que una buena parte de la humanidad se ha beneficiado de su existencia, pero, ¿esto significa que las personas en general saben acerca de los principios en que se basa?, ¿podrían ellas explicar o reproducir las condiciones para el vuelo?. No, la respuesta es no, sólo un muy reducido grupo de personas podría explicar en que consiste el vuelo y son aún menos las que por su propia cuenta estarían en condiciones de averiguarlo y reproducirlo. Sin embargo la existencia de la aviación se considera un hito importante en la historia de la humanidad. Para que hablar de la conquista de la luna, ese pequeño paso de Neil Armstrong, en realidad fue grande para él y para el equipo de científicos que lo lograron, para el resto de la humanidad no significó nada más que una nueva idea o un nuevo elemento para la imaginación, pero la vida misma del resto de la humanidad no se alteró ni un ápice. No es cierto que “El Hombre” llegó a la luna, llegaron unos con nombre y apellido, cualquier otra reflexión es sólo romanticismo, pura poesía. Y qué hay de quienes desarrollaron la “industria lítica” como por ejemplo, los homo habilis. Habrán sido algunos de ellos como los hermanos Wright de su tiempo, ¿cuánto pensamiento abstracto se requiere para reconocer o idear a partir de una humilde piedra un raspador?, o un hacha de mano. ¿Será cierto que en aquella época todo el mundo supo de repente como trabajar la piedra?, o más bien serán aquellos habitantes como los contemporáneos de los hermanos Wright, que no tenían ni idea de cómo se conseguía el vuelo. Qué tendría que ocurrir hoy para que un oficinista o una dueña de casa hiciese un raspador o un hacha de mano, o para que un turista perdido obtuviese agua de alguna planta, acaso no tendrían que pensar, imaginar y estrujarse el cerebro, sin ninguna garantía de conseguirlo. La verdad es que ni yo ni nadie que conozca podría trabajar la piedra como lo hacían mis arcaicos antepasados. ¿Cómo es posible?. (aunque es un hecho que todo el mundo usa cualquier cosa como martillo) La verdad es que si hay algo que se puede probar es que los creadores de cosas e ideas son muy pocos, demasiado pocos, la mayor parte de la humanidad lo que hace es repetir o utilizar en forma más o menos automática, una y otra vez, lo que los creadores han dicho o hecho. Esto es válido en todos los campos de la actividad humana, incluidos por cierto aquellos donde se supone que podríamos hallar mayor cantidad de “pensamiento abstracto”, como por ejemplo, en el ámbito académico, en donde algunos profesores e investigadores también se limitan a repetir, ordenar y juntar las cosas que otros dijeron, de manera de presentarlas como cosas diferentes para darles la apariencia de algo nuevo. Para qué hablar del ámbito religioso, en el cual las personas repiten literalmente generación tras generación lo que unos pocos aseguran que sucedió. Es tal vez en el arte donde podemos encontrar mayor cantidad de manifestaciones de pensamiento abstracto, sin embargo éste se caracteriza por estar libre de todo compromiso con la subsistencia, su inmediatez y utilidad, es el hacer por placer (aunque tal vez hoy en día no funcione del todo así). Lo cierto es que el pensamiento abstracto del que hablan los investigadores está más relacionado con el pensamiento abstracto-místico-religioso que con otra cosa, ¿por qué?. Tal vez porque muchos de ellos mismos de algún modo también son religiosos y no pueden hacer abstracción de sus propios pre-juicios, (demasiado pensamiento abstracto) como para imaginar que las cosas pudieron ser de otra forma, quizás más simple. O tal vez haya necesidad de convencer a otros, de modo de no asustarlos con propuestas extremistas. La existencia de lo humano debe haber evolucionado desde lo no humano, el pensamiento abstracto también, lo que hay que hallar son las causas que hicieron posible que esto ocurriera. Sin embargo el origen de éstas no se encuentran convenientemente, en los momentos previos a la aparición de los primeros hitos atribuibles a los humanos modernos, ellas se originaron muchísimo tiempo atrás, tanto que preceden a la aparición de los homínidos y tal vez incluso de los mamíferos. La evolución particularmente exitosa de estas causas desconocidas en los homínidos, fueron las que permitieron el desarrollo de los humanos modernos. Lo que tienen en común muchos mamíferos incluidos los chimpancés, con los homo habilis y el ser humano actual, es que todos deben aprender para poder utilizar herramientas, además por cierto, de la dueña de casa y el turista, particularmente estos últimos, puesto que después de todo el chimpancé y los otros mamíferos saben hacer más cosas por instinto, que las que podemos hacer nosotros. Hasta el diseñador de la primera piedra astillada debe haber practicado para mejorar las siguientes, tal vez no avanzó mucho más durante su vida, pero con certeza les enseñó a los demás, quienes con el tiempo fueron superando a sus maestros generación tras generación. El aprendizaje es la causa directa, la clave de la paulatina diferenciación, es la explicación de la transición desde un modelo donde un poco de aprendizaje sirve, hasta uno donde se vuelve indispensable. La capacidad de aprender está en la estructura genética y evoluciona como un mecanismo de adaptación más. En el caso de los seres humanos actuales, constituye su mecanismo especializado de adaptación, es decir, de todas las especies que aprenden somos nosotros los que más lo necesitamos puesto que dependemos de ello (aunque parezca un argumento antropocéntrico). Tanto los seres humanos actuales como nuestros antepasados cercanos y lejanos no seríamos capaces de pelar una naranja si no lo hubiésemos aprendido. Esto no sólo es así para las técnicas o habilidades manuales o físicas, es también perfectamente válido para la comunicación a través del lenguaje. El hecho de que exista desde el punto de vista fisiológico una capacidad para la comunicación no significa en absoluto que ella será explotada de una determinada manera y menos con un determinado fin, cualquier afirmación en contrario constituye un juicio a posteriori. Por lo demás, es también un hecho que existen enormes diferencias entre las manifestaciones culturales de distintas comunidades humanas, tanto respecto del uso del lenguaje como del “pensamiento abstracto”, tales diferencias sólo pueden ser explicadas por los conocimientos que cada una de ellas posee (o cree poseer), los cuales son obtenidos únicamente por medio del aprendizaje. La riqueza del lenguaje y su utilidad en el desarrollo de las relaciones humanas dependen de la cantidad de conceptos y matices que pueda recoger, y esto sólo se puede lograr aprendiéndolo. Si acaso existe algo así como un lenguaje por defecto, instintivo, este sería más gestual que hablado. Cualquier acto de comunicación no instintiva, es decir, que no sea interpretado en forma instintiva (de la misma forma) por distintos individuos, requerirá de un acuerdo, de un aprendizaje por parte de los interlocutores. ¡Si no hay aprendizaje no hay lenguaje!, la capacidad para aprender es instintiva el lenguaje no. Las crías de la especie Homo sapiens sapiens, deben aprenderlo todo para poder llegar a ser individuos funcionales, incluso deben aprender a reconocer la voz de la madre. Es el origen y la evolución de la capacidad de aprender lo que hay que rastrear para comprender el cómo y el porqué del pensamiento abstracto. En general damos por descontado que el aprendizaje juega un rol esencial en el desarrollo de nuestras vidas, sin embargo lo consideramos como un proceso posterior a nuestra existencia, un complemento funcional, algo así como, existo luego aprendo. Pero ese no es el caso, nuestra existencia depende de nuestra capacidad de aprender, ambas cosas son simultáneas e inseparables desde el momento mismo de nuestro nacimiento. Aprender y su consecuencia última, crear, son el resultado de un mismo proceso biológico, ambos son posibles porque podemos percibir sensorialmente y reaccionar a muchos más estímulos que aquellos para los cuales tenemos respuestas instintivas. Esta falta de reacción instintiva la suplimos con la generación de respuestas propias, ya sea que las aprendamos porque nos las han enseñado o porque las hayamos descubierto por nuestra cuenta. Es posible que la curiosidad, mecanismo indispensable para la exploración, el descubrimiento, y el aprendizaje por cuenta propia, corresponda precisamente a la capacidad de reaccionar a un estimulo o situación estimulante para el cual no hay, o está muy disminuida, una respuesta especifica ya sea instintiva o aprendida. Esto es lo que ocurre cuando algo nos llama la atención y no sabemos por qué ni cómo responder, es no saber o estar seguro de que hacer. Es posible que una situación estimulante como ésta genere algún tipo de estado ansioso que sea el necesario para emprender las acciones exploratorias que finalmente conducirán al aprendizaje y al conocimiento. Por otra parte, la pérdida definitiva del conocimiento acumulado por una comunidad, población o civilización, supondrá a quienes le sigan el tener que comenzar todo de nuevo, desde cero si es que no ha quedado ningún registro ni evidencia de la anterior. Nada muy diferente a lo que le ocurriría a un grupo de personas que de repente se encuentre aislado en un lugar agreste para el cual no tengan ninguna preparación ni conocimientos útiles, estarían obligados a comenzar por utilizar palos y piedras y reinventar todo una vez más. En definitiva, “Lo Humano” es el resultado de la evolución de la capacidad de aprender . Diferenciar el aprendizaje técnico de cualquier otro, es minimizar su importancia, es no comprender el alcance de sus implicaciones. De hecho en el mundo animal, el de las otras especies, el aprendizaje es utilizado con suma frecuencia en el desarrollo de conductas sociales, ¿por qué podría ser menos entre los humanos?. Es posible que la razón o causa primera de la aparición del aprendizaje se deba a un desarrollo y aumento de la capacidad de percepción de los órganos sensoriales. Éste aumento en el rango y/o en la sensibilidad, si no va acompañado de la generación de respuestas instintivas asociadas, permite la aparición de vacíos en la capacidad de reacción, son estos vacíos los susceptibles de ser llenados con reacciones aprendidas. En otras palabras, somos capaces de percibir y ser estimulados por un numero mucho mayor de elementos que aquellos para los cuales tenemos respuestas instintivas. Por otra parte no basta con percibir más y crear respuestas, es indispensable poder registrar la respuesta creada para que adquiera la funcionalidad y permanencia equivalente a la de una instintiva, este proceso de registro y almacenamiento requiere de varios otros procesos. Debe existir un mecanismo de selección que permita diferenciar dentro del rango de percepción aquello que la curiosidad (o la imposición) nos impulse a conocer, éste podría ser el “gusto” (genérico), el cual correspondería a la mayor o menor afinidad, o “sintonía” química producida en un individuo particular como reacción al estimulo. Debe además existir un mecanismo de registro que permita diferenciar, o “catalogar” un conjunto de percepciones provenientes de distintos sentidos, relacionados entre si en un mismo evento perceptivo específico, de modo de “almacenarlos contextualmente” (respecto de otros eventos, del tiempo y el espacio), esto podría corresponder a lo que llamamos “sensación”. Si embargo lo más importante de todo es la existencia de la capacidad física necesaria, para poder guardar y recordar, tanto las situaciones estimulantes como las reacciones aprendidas asociadas, de tal modo de hacerlas funcionales a nuevas aplicaciones posteriores, en circunstancias semejantes. Si no hay recuerdo duradero, el aprendizaje será efímero, en consecuencia será la mayor capacidad de recordar lo que permita a la larga hacer del aprendizaje una herramienta útil y eficiente. La estructura fisiológica encargada de registrar la “información” es el cerebro, en este se encuentran las funciones asociadas a la memoria. La evolución del aprendizaje como mecanismo de adaptación depende de que los individuos sean capaces de recordar crecientes cantidades de información. Luego la memoria, el tamaño del cerebro y consecuentemente del cráneo de los individuos “aprendedores” deberá ser mayor que aquellas especies que dependen más de reacciones instintivas. Finalmente lo humano resulta que no es tan humano puesto que sus orígenes se hallan en facultades compartidas con muchas otras especies. Si acaso, podríamos decir que lo humano es el nombre que recibe la especialización y dependencia en el aprendizaje, que es en definitiva nuestra verdadera singularidad. Pero resulta que de encontrarse otras especies alienígenas que hubiesen desarrollado esta misma capacidad, también deberían ser consideradas humanas, no importando su aspecto, puesto que le hemos llamado humano al resultado de una condición biológica, que es posible que haya existido en el pasado en otras especies de homínidos y que también podría ser que las encontremos en el futuro en otras partes del universo. Es también posible que mecanismos de aprendizaje hayan evolucionado varias veces en diferentes géneros alcanzando distintos niveles de funcionalidad, a lo largo de la historia de la evolución. Sergio Aranda Klein |
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